Mi vida teatral
Mi vida como bailarín empezó cuando yo tenía 16 años. Conseguí
trabajo como aprendiz en un teatro de verano en un pueblo cerca de mi
casa en Illinois. Pasé siete veranos en aquel teatro hasta marcharme
a Nueva York para estudiar ballet en la Escuela Americana de Ballet
(The American Ballet School)
Después de concluir mi curso allí, conseguí mi primer trabajo
profesional como bailarín en Nueva York en una compañía americana
que se dedicaba a las operetas inglesas de Gilbert & Sullivan.
Luego me trasladé a Chicago para continuar con mis estudios de
baile. Surgió la oportunidad de mi primer trabajo como coreógrafo
para una producción musical en una prestigiosa escuela de teatro de
esa ciudad.
A continuación me incorporé a un espectáculo de cabaret de un
productor de Los Ángeles formado por hijos y hijas de conocidas
estrellas de Hollywood. Trabajé en salas de fiestas por todos los
Estados Unidos.
Iba de espectáculo en espectáculo hasta que me incorporé a uno
llamado Éxitos de Broadway en Puerto Rico, en el Hotel
Condado Beach. Allí estuve unos seis meses hasta que me partí el
tobillo. En escena por cierto. Pero, sin saberlo, fue lo que cambió
mi vida.
Me había gustado tanto el ambiente español de Puerto Rico que,
mientras se curaba mi tobillo, decidí tomar un año sabático y
viajar a España. A Madrid precisamente. Donde me enamoré… del
país.
Una vez recuperado de mi tobillo, estaba dispuesto a aceptar
cualquier trabajo que se presentaba. Preferiblemente en TVE como
bailarín de conjunto.
Mi gran oportunidad se presentó de la mano del director chileno,
Daniel Bohr. Iba a presentar una versión “pirata” del conocido
musical Hair y me quería como coreógrafo. Por supuesto. ¿Por
qué no? Una producción oficial fue prohibida por la censura (años
60, Franco, ya sabes) así que se iba a presentar en una nueva
discoteca bajo el titulo de The Piccadilly Revue. Empezaba con
los actores haciendo “lip sync” (mover la boca sin cantar) con la música grabada. Luego
alguien tuvo la idea de contratar a un conjunto y hacer la música y
las voces en vivo. Antes de darnos cuenta, teníamos un
mini-espectáculo de la obra original. Duró 50 actuaciones. Una
tarde llegamos a la discoteca y la descubrimos rodeada de policía y
acordonada. Por lo visto, el día anterior estaba entre el público
la mujer de un ministro que se escandalizó por la escena famosa:
todos los actores se ponen de pie desnudos y se apaga la luz. Algún
gracioso hizo correr la voz de que la mujer se molestó porque se
apagaban las luces tan de repente que no tenía tiempo de fijarse en
los “detalles” de los actores.
Así se puso en marcha mi carrera en España: fui el nuevo coreógrafo
norteamericano de moda en Madrid. Hubo un momento que tuve seis
espectáculos en cartel a la vez. Pero no sin problemas: me llamaron
de la oficina del sindicato vertical y me dijo el presidente del
sindicato de bailarines (su mujer fue una coreógrafa francesa) que
debía andar con cuidado porque estaba quitando trabajo a los
españoles (su mujer?) y a lo mejor alguna noche me iban a dar una
paliza. Nunca pasó.
Los espectáculos que monté en Madrid incluían cuatro compañías de Godspell y la primera revista producida por la simpática Lina Morgan. A esto hay que añadir los años de pasos de moda y producciones industriales tanto nacionales como internacionales. También monté América, América: el primer espectáculo multi-media en Madrid. Durante esta época también me contrataron para montar la coreografía de un espectáculo en Nueva York. ¡Duró una semana sin pena ni gloria!
Seguí trabajando en el teatro hasta el 1982, año en que me metí en el mundo de la gastronomía.